Además, el costo ambiental de la producción de estas hamburguesas es, en promedio, 90% menor.
Por: Ecoosfera
Para muchos es imposible dejar de comer carne, por una poderosa razón: no se sienten satisfechos sin ella. Y es que está comprobado que la proteína es el elemento nutricional clave para sentirnos llenos; aunque más allá de la sensación de satisfacción, poco se sabe de los porqués físicos de estos efectos de la proteína en el organismo.
Lo cierto es que también podría haber mucho de psicológico en esa sensación, pues hace 50 o 100 años no se consumían las mismas cantidades de carne por persona que hoy se ingieren.
Ahora, un estudio comprobó que las hamburguesas veganas de tofu llenan más que las hamburguesas de carne, lo que hace aún más difícil saber cuáles son los factores decisivos que contribuyen a sentirnos satisfechos tras una comida.
Para el estudio, publicado en la revista Nutrients, los investigadores registraron las respuestas fisiológicas de un grupo de participantes que comieron ambos tipos de hamburguesa, una un día y la otra al día siguiente. El grupo estaba compuesto por 60 hombres: 20 de ellos sanos, 20 obesos y 20 con diabetes tipo 2.
Todos los participantes coincidieron:
la hamburguesa vegana les satisfizo más que la hamburguesa de carne.
Los investigadores aún no saben el porqué de este efecto en los participantes, pero tienen una hipótesis: que las comidas veganas producen niveles más altos de hormonas gastrointestinales beneficiosas, mismas que están involucradas en la regulación del metabolismo de la glucosa, la homeostasis energética, la saciedad y el control del peso.
Esto nos hace pensar que, definitivamente, las dietas con poca proteína animal son el futuro de la humanidad. No sólo por estos beneficios a nuestro organismo, sino porque comer menos carne realmente salva al planeta. Y es que la producción intensiva de carne está detrás de la deforestación, la extinción de especies y una altísima emisión de gases de efecto invernadero.
El imperativo de comer carne no siempre estuvo ahí
De 1960 a 1990 el consumo anual de carne por persona aumentó 10 kilogramos, según una investigación coordinada por Andrés Barreda y Ana Esther Ceceña.
En el mismo período, el consumo anual de cereales por persona aumentó 31 kilogramos; sin embargo, hay que tomar en cuenta que los cereales han sido progresivamente ocupados para alimentar al ganado, y este tipo de estadísticas toman en cuenta ese “consumo indirecto”.
Además, el consumo no ha sido igual en todo el mundo: es en Occidente donde más se ha elevado el consumo de carne. Y esto no es casualidad, ya que esta tendencia fue exportada de Estados Unidos, pues fue en este país donde se vio el primer incremento en el consumo de carne durante la década de 1950, tras la comercialización de los frigoríficos que permitían congelar este alimento.
Pero antes de todos estos cambios estructurales, nuestros ancestros no comían tanta carne. En México, por ejemplo, la alimentación se basaba más en el consumo del maíz, el frijol y el chile, así como de semillas como el amaranto, la chía y el ajonjolí –que, por suerte, hoy forman parte de la canasta básica–. Incluso se tiene registro de que los aztecas producían y comían superalimentos como la espirulina.
¿Será que nuestros ancestros tenían otro metabolismo? ¿Necesitaban menos energía?
¿O la carne no es tan necesaria como nos han hecho creer?
A estas dudas habría que añadir que quizá los antiguos tenían otra concepción de la alimentación y –como Confucio enseñaba– preferían practicar el arte de la moderación, evitando la saciedad para eludir los excesos.
Una cosa es segura: queda mucho por hacer para evolucionar nuestra alimentación. Pero iremos por buen camino si comenzamos a optar colectivamente por los platillos veganos: más ricos, más sanos y más ecológicos. Para producir una hamburguesa vegana se utiliza 99% menos agua, se ocupa 93% menos territorio y se emiten 90% menos gases de efecto invernadero.
Fuente: www.ecoosfera.com