Los corales del Caribe Mexicano están en riesgo por la contaminación, pero aún hay buenas acciones que puedes tomar.
Por: Frida Díaz y Lorenzo Álvarez
Eco Maxei
Debajo de las aguas prístinas y azules del Caribe Mexicano, se encuentra el ecosistema marino más biodiverso de la Tierra: los arrecifes de coral. Por miles de años los corales duros han construido lentamente estas maravillosas estructuras arrecifales que son responsables de construir estos arrecifes que brindan múltiples beneficios ambientales, como la formación de hermosas playas de arena blanca, la seguridad alimentaria por la producción de peces en el arrecife y la protección a las costas contra huracanes y tormentas tropicales.
Sin embargo, estos beneficios se podrían ver comprometidos por una nueva enfermedad mortal que ha atacado a los corales recientemente: el Síndrome Blanco.
Esta enfermedad afecta a más de 20 especies coral, que es casi la mitad de especies de corales que tenemos en el Caribe mexicano, y puede matar colonias de coral que tienen cientos de años de edad en solo unas pocas semanas. El Síndrome Blanco se identificó por primera vez en junio del año pasado en los arrecifes de Puerto Morelos. Estudios subsiguientes llevaron a darnos cuenta que estaba rápidamente esparciéndose por todos los arrecifes del Caribe mexicano. Hoy en día los arrecifes desde Isla Contoy, en el límite norte del estado de Quintana Roo hasta Xcalak, en la frontera con Belice, presentan la afectación de esta enfermedad.
El Síndrome Blanco se caracteriza por desprender o consumir el tejido vivo del coral y dejar el esqueleto color blanco “al desnudo”. La enfermedad se esparce y avanza muy rápido, por lo que las colonias de coral afectadas mueren en cuestión de semanas.
Esta enfermedad se suma a las crecientes presiones, como el cambio climático y la contaminación costera, que los arrecifes coralinos estas experimentando. Sin embargo, el daño que está produciendo es mucho más rápido al ocurrido con anterioridad. La mortalidad producida en los últimos 6 meses ha sido mayor a lo que se ha perdido en los últimos 40 años. Esto no solo representa la perdida de biodiversidad marina, sino que también tiene repercusiones importantes en la economía y desarrollo social del estado de Quintana Roo, ya que esta economía que está estimada en unos 9,500 millones de USD anuales, se basa en gran medida en servicios que proveen los arrecifes como son las arenas blanca y las aguas color turquesa del Caribe mexicano.
El conocimiento del patógeno que causa la enfermedad aún es escaso, sin embargo, los científicos atribuyen su rápido avance, en parte a la mala calidad del agua marina resultante de las actividades humanas como son el pobre tratamiento de aguas residuales y la destrucción de hábitats costeros como el manglar; esto se incrementa con las mareas marrón producto de la descomposición del sargazo.
Para mitigar la enfermedad es URGENTE tomar acción por lo que recientemente actores clave de gobierno, sociedad civil, academia y agencias de cooperación internacional, han definido un plan de acción que busca atender la emergencia. Las medidas a tomar dentro del plan incluyen adecuar la legislación en cuanto a la regulación de las descargas de aguas residuales en la región, dar seguimiento al arribo masivo del sargazo y fomentar su manejo adecuado, realizar acciones de restauración de los ecosistemas marino-costeros y de la calidad del agua, crear bancos genéticos de las especies de coral afectadas, implementar la adaptación basada en ecosistemas en el sector turístico. Entro los principales actores se encuentran la UNAM con sede en Puerto Morelos, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y la iniciativa Arrecifes Saludables.
Como personas, al visitar el arrecife podemos ayudar de diversas maneras:
- Evita el uso de bloqueador solar.
- En caso de ver algún coral enfermo, evita tocarlo.
- Enjuaga el equipo de buceo y snorkel con agua dulce.
- Al bucear o snorkelear, evita levantar la arena con las aletas.
- Involúcrate o dona para financiar el monitoreo de la enfermedad y acciones de restauración.
Fuente: Ecoosfera