Soy ciclista y soy persona

¡Nuestra vida sobre ruedas es más fácil de lo que imaginas!

Por: Ecoosfera

Cada día al despedirme de mi familia y mis amistades estoy consciente que puede ser la última vez que les vea. Las cifras y la experiencia son la base de esa postura realista. Cada día hay un accidente vial en el que un o una ciclista sale afectada; pérdidas materiales, raspones, fracturas, traumas cráneo-encefálicos o la muerte, son escenarios posibles.

Las ciudades son de todas las personas que las habitamos. Todas queremos llegar a nuestros destinos, en tiempo; asumimos que nuestras preocupaciones y necesidades son las únicas que importan, ¿si no es así, entonces por qué navegamos la ciudad sin siquiera mirar a quienes están a nuestro lado? ¿Si no es así por qué ni siquiera notamos que hay más personas a nuestro alrededor?

Hay una confusión enorme, tanto de automovilistas, como de ciclistas y de peatones en cuanto a los comportamientos que deberían tener en las calles.

La problemática es amplia y arraigada en nuestras sociedades, no sabemos usar la calle: peatonas/es cruzando en cualquier punto, automovilistas superando el límite de velocidad y ciclistas circulando en sentido contrario. A ello sumamos la deficiente planeación por parte de autoridades, lo que acentúa el conflicto de la coexistencia urbana.

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Pero, dentro de esa gran problemática hay una especie altamente vulnerable: el o la ciclista. Nuestra vida peligra cada vez que decidimos subirnos a nuestra bicicleta y pedalear la ciudad. Muchas veces lo hacemos por un alto compromiso social: modificamos nuestros hábitos por el bien común, y otras lo hacemos porque la bicicleta significa libertad y felicidad.  Pero, es triste reconocer que hay personas conduciendo sin conocimiento, responsabilidad y educación.

Las ciclovías son altamente inseguras por el diseño o por conductores que no las respetan. Nuestro camino está plagado de puertas que se abren sin precaución, giros a la derecha o a la izquierda sin mirar por el espejo y sin direccionales; por andantes que se atraviesan porque no dimensionan que quienes corren más riesgo somos quienes vamos arriba de la bici, si un accidente sucediera.

Ni que decir de conductores iracundos que probablemente no leyeron el reglamento de tránsito y por ello tienen la falsa creencia de que el arroyo vehicular les pertenece, o quizá no saben descifrar el significado de la señalética (cuando la hay) y piensan que líneas verdes (como las de la imagen de abajo) son para dar un toque de frescura a su estacionamiento.

Para coexistir armónicamente en las ciudades, todas debemos hacer concesiones y todas debemos actuar con respeto. La convivencia segura entre peatona/es, automovilistas y ciclistas en la vía pública depende de los comportamientos que adoptemos consciente o inconscientemente. Además, es necesario que existan instrumentos legales y operativos cuyo objetivo es regular esa convivencia, ya que muchas veces el sentido común no es tan común como se necesitaría. Y por supuesto, una vez que esos instrumentos existen, su aplicación es imperativa.

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Pero mientras eso pasa, les dejo un par de consejos a quienes conducen automóviles:

  • Usa direccionales
  • Rebásanos con 1.5 m de distancia
  • Cuando te estaciones abre tu puerta una vez que hayas revisado que no estamos cerca de ti.
  • Pero, sobre todo, recuerda que ¡existimos!

Querides ciclistas, también un par de comentarios para ti:

  • Usa tu casco, siempre.
  • También usa luces y reflejantes
  • Y por amor a lo más sagrado ¡No circules en sentido contrario!

Y tú, mi peatona o peatón: no seas temeraria/o. Si te nos atraviesas, nuestra vida está en más riesgo que la tuya; hay muchísimos factores que dificultan nuestras maniobras.

Para concluir te comparto una duda existencial que últimamente no me deja dormir: ¿por qué es tan difícil soñar con una ciudad donde la movilidad sustentable sea una realidad, donde la coexistencia entre formas de vida sea armónica? ¡No queremos más muertes por accidentes viales! Quiero ser libre cuando monte una bicicleta, no una mártir. ¡No es posible que nuestra felicidad pueda costarnos la vida!

Fuente: www.ecoosfera.com

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