A todos nos resulta familiar la alargada silueta del eucalipto. Desde su introducción en España en 1860 por fray Rosendo Salvado, un misionero que trajo sus semillas desde la lejana Australia, se convirtió en el árbol favorito para la repoblación forestal y aprovechamiento maderero, gracias a su rápido crecimiento y resistencia a la climatología extrema.
Esta especie presenta una enorme cantidad de variedades, más de un centenar, pero si hay una subespecie que merece un capítulo especial probablemente sea la llamada Eucalyptus deglupta, más conocida como Eucalipto Arco Iris. Basta echar un vistazo a las espectaculares fotos adjuntas para comprender el por qué de ese nombre.
Como sus compañeros, el deglupta procede de Oceanía pero también crece de forma natural en el hemisferio norte; el único que lo hace, pese a que no es capaz de resistir heladas. No suele usarse como fuente maderera y es evidente la razón: la belleza de ese tronco polícromo lo vuelve mucho más interesante para la ornamentación de jardines, si bien otra de sus utilidades es la de servir como pulpa para papel, sobre todo en Filipinas (donde también se lo conoce como Gomero de Mindanao).
En otras características físicas sí que se parece a otros eucaliptos: para empezar, su gran altura (puede alcanzar setenta y cinco metros), las hojas lanceoladas (aunque no con la forma de hoz de los que tenemos en España) y los pequeños frutos cupuliformes. No pasa lo mismo con la corteza, que es la que le confiere ese aspecto bello y diferenciado. En realidad, esa corteza se va cayendo a trozos a lo largo del año, dejando visible un interior de color verde, extrañamente brillante.
Pero ese tono, al contacto directo con el aire, se va oscureciendo y adoptando otras modalidades cromáticas que recorren casi todo el arco iris que da nombre al árbol: azul, lila, rojo, anaranjado, ocre, granate… El resultado es como si se aplicaran pinceladas de pintura de arriba a abajo sobre el tronco, tiñéndolo de múltiples colores. La Naturaleza, que es una artista.
Por: Jorge Álvarez labrujaverde