¿Por qué tomar el sol es clave para evitar deprimirnos (una explicación de la ciencia)?

Después de leer esto verás por qué es buena idea tomar sol.

Por: Ecoosfera

Tras un largo rodeo, la medicina contemporánea ha vuelto a su base primordial: la naturaleza. Muchos estudios e investigaciones científicas han comprobado que reencontrarnos con el mundo natural puede ser la mejor medicina, a tal grado que en Escocia los doctores ya recetan actividades al aire libre a sus pacientes para potenciar su salud y prevenir enfermedades.

Entre las mejores medicinas que nos otorga la naturaleza, una proviene del cosmos: los rayos del sol.

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Esto se debe a que tomar el sol es casi la única manera que tiene nuestro cuerpo de conseguir vitamina D, cuya deficiencia, se ha comprobado, está relacionada a un gran abanico de trastornos psíquicos, entre ellos la depresión. Todos estos trastornos suelen ser desencadenados por más una multiplicidad de factores pero siempre hay algunos con más peso que otros.

Es así que algunos estudios, como el realizado por la Loyola University Chicago y publicado en NCBI, han buscado la correlación entre deficiencia de vitamina D y falta de sol en los tratamientos experimentales que se han hecho sobre pacientes con trastorno afectivo emocional (SAD, por sus siglas en inglés). La mayoría de los experimentos han comprobado que recibir mayores dosis de sol disipa los síntomas depresivos cuando se padecen condiciones como el SAD.

Nuestra relación con la luz ha cambiado

La deficiencia de vitamina D explica trastornos como el SAD, así como la persistente depresión en los habitantes de ciudades predominantemente nubladas. En los países nórdicos, por ejemplo, se suelen recetar dosis más altas de vitamina D durante el invierno. Pero, en general, la falta de vitamina D es un mal contemporáneo. Según la bióloga y periodista Linda Geddes, el común de la gente en occidente pasa el 90% de su vida en interiores.

Esto tiene su explicación en nuestro estilo de vida actual, que ha cambiado nuestra relación con la luz. Como explica esta experta:

Antes de la invención del alumbrado de gas a principios del siglo XIX, la única luz artificial en la que podíamos confiar era la de las luces encendidas, las velas o las lámparas de aceite de ballena. La gente también pasaba muchas más de sus horas de vigilia afuera.

Diversas investigaciones científicas han mostrado lo vital que resulta el sol para nosotros y cómo una falta de éste puede estar afectando profundamente nuestra biología. Incluso, como asegura Geddes, es probable que la falta de luz solar esté provocando estragos en nuestro sistema inmune y cardiovascular, lo que, dicho sea de paso, también estaría involucrado con el desarrollo de trastornos psíquicos.

¿Cómo obtener la dosis de sol correcta?

La buena noticia es que todas estas investigaciones también echan luz –literalmente– sobre cómo deben de ser los tratamientos antidepresivos en el futuro, y más aún: sobre cómo prevenir la depresión y ser más felices –algo que sin duda nos hace falta–. Y no es tan complicado: sólo tenemos que salir a tomar el sol. Pero antes hay que tomar en cuenta cómo se produce la vitamina D y no olvidar que, debido a los cambios en la atmósfera, tomar el sol no es algo que podamos hacer a la ligera.

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La vitamina D se sintetiza de manera curiosa. Y es que es casi imposible generarla a partir de la ingesta de alimentos, pues se encuentra en muy pocos. No obstante, puede producirse fotoquímicamente en la piel. Se trata de una obtención vitamínica peculiar pero contundentemente eficaz, ya que con sólo media hora de sol podemos producir hasta 20 mil unidades internacionales de vitamina D.

Tomar el sol puede cubrir el 90% de la dosis diaria necesaria de vitamina D

Ahora, te preguntarás cómo tomar tu dosis de sol sin tener efectos secundarios indeseados, ya que exponerse excesivamente a rayos ultravioleta puede producir, desde envejecimiento prematuro, hasta cáncer en la piel. No obstante, para obtener las dosis de vitamina D necesaria –y producir, de paso, un poco de endorfinas–, sólo necesitamos de 10 a 20 minutos en días soleados, y de 30 a 45 en días nublados.

Para prevenir efectos secundarios no tomes tu dosis de sol poniéndote directamente sobre un sol abrazador. Hazlo sobre la sombra de un árbol o dejando que los rayos impacten sólo las extremidades de tu cuerpo. Y no uses bloqueador solar hasta terminar tu sesión, pues esto bloquea la producción de vitamina D. También puedes obtener la dosis necesaria  al andar en bici o saliendo a caminar con un sombrero.

Fuente: www.ecoosfera.com

Soy ciclista y soy persona

¡Nuestra vida sobre ruedas es más fácil de lo que imaginas!

Por: Ecoosfera

Cada día al despedirme de mi familia y mis amistades estoy consciente que puede ser la última vez que les vea. Las cifras y la experiencia son la base de esa postura realista. Cada día hay un accidente vial en el que un o una ciclista sale afectada; pérdidas materiales, raspones, fracturas, traumas cráneo-encefálicos o la muerte, son escenarios posibles.

Las ciudades son de todas las personas que las habitamos. Todas queremos llegar a nuestros destinos, en tiempo; asumimos que nuestras preocupaciones y necesidades son las únicas que importan, ¿si no es así, entonces por qué navegamos la ciudad sin siquiera mirar a quienes están a nuestro lado? ¿Si no es así por qué ni siquiera notamos que hay más personas a nuestro alrededor?

Hay una confusión enorme, tanto de automovilistas, como de ciclistas y de peatones en cuanto a los comportamientos que deberían tener en las calles.

La problemática es amplia y arraigada en nuestras sociedades, no sabemos usar la calle: peatonas/es cruzando en cualquier punto, automovilistas superando el límite de velocidad y ciclistas circulando en sentido contrario. A ello sumamos la deficiente planeación por parte de autoridades, lo que acentúa el conflicto de la coexistencia urbana.

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Pero, dentro de esa gran problemática hay una especie altamente vulnerable: el o la ciclista. Nuestra vida peligra cada vez que decidimos subirnos a nuestra bicicleta y pedalear la ciudad. Muchas veces lo hacemos por un alto compromiso social: modificamos nuestros hábitos por el bien común, y otras lo hacemos porque la bicicleta significa libertad y felicidad.  Pero, es triste reconocer que hay personas conduciendo sin conocimiento, responsabilidad y educación.

Las ciclovías son altamente inseguras por el diseño o por conductores que no las respetan. Nuestro camino está plagado de puertas que se abren sin precaución, giros a la derecha o a la izquierda sin mirar por el espejo y sin direccionales; por andantes que se atraviesan porque no dimensionan que quienes corren más riesgo somos quienes vamos arriba de la bici, si un accidente sucediera.

Ni que decir de conductores iracundos que probablemente no leyeron el reglamento de tránsito y por ello tienen la falsa creencia de que el arroyo vehicular les pertenece, o quizá no saben descifrar el significado de la señalética (cuando la hay) y piensan que líneas verdes (como las de la imagen de abajo) son para dar un toque de frescura a su estacionamiento.

Para coexistir armónicamente en las ciudades, todas debemos hacer concesiones y todas debemos actuar con respeto. La convivencia segura entre peatona/es, automovilistas y ciclistas en la vía pública depende de los comportamientos que adoptemos consciente o inconscientemente. Además, es necesario que existan instrumentos legales y operativos cuyo objetivo es regular esa convivencia, ya que muchas veces el sentido común no es tan común como se necesitaría. Y por supuesto, una vez que esos instrumentos existen, su aplicación es imperativa.

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Pero mientras eso pasa, les dejo un par de consejos a quienes conducen automóviles:

  • Usa direccionales
  • Rebásanos con 1.5 m de distancia
  • Cuando te estaciones abre tu puerta una vez que hayas revisado que no estamos cerca de ti.
  • Pero, sobre todo, recuerda que ¡existimos!

Querides ciclistas, también un par de comentarios para ti:

  • Usa tu casco, siempre.
  • También usa luces y reflejantes
  • Y por amor a lo más sagrado ¡No circules en sentido contrario!

Y tú, mi peatona o peatón: no seas temeraria/o. Si te nos atraviesas, nuestra vida está en más riesgo que la tuya; hay muchísimos factores que dificultan nuestras maniobras.

Para concluir te comparto una duda existencial que últimamente no me deja dormir: ¿por qué es tan difícil soñar con una ciudad donde la movilidad sustentable sea una realidad, donde la coexistencia entre formas de vida sea armónica? ¡No queremos más muertes por accidentes viales! Quiero ser libre cuando monte una bicicleta, no una mártir. ¡No es posible que nuestra felicidad pueda costarnos la vida!

Fuente: www.ecoosfera.com