Una investigación publicada en la revista de acceso abierto ‘PLOS ONE’, ha demostrado que la composición corporal de una persona, es decir, la proporción de grasa que presenta, podría influir en la diferencia entre la cantidad de energía que gastan al estar sentado frente a estar de pie. Dirigido por Francisco J. Amaro-Gahete de la Universidad de Granada, este trabajo se suma a la creciente evidencia de que se gasta más energía mientras está de pie que cuando se está sentado o acostado.
Los estilos de vida sedentarios están relacionados con un mayor riesgo de distintas patologías, como diabetes, obesidad y cáncer. La diferencia de la energía que gasta una persona gasta mientras está de pie frente a estar sentada o acostada puede ser un factor clave que influya en los riesgos para la salud, pero estudios anteriores han encontrado resultados contradictorios sobre el tamaño real de estas diferencias. Además, la composición corporal podría afectar estas diferencias, pero su función no ha sido clara.
Para abordar estos problemas, Amaro-Gahete y sus colegas midieron las diferencias en el gasto de energía entre estar tumbado, sentado o de pie en 55 adultos jóvenes de 18 a 25 años. En línea con las investigaciones anteriores, los participantes quemaron significativamente más kilocalorías por minuto mientras estaban de pie que sentados o tumbados, mientras que no se observaron diferencias entre estas dos posturas en reposo.
En particular, los investigadores también examinaron las asociaciones entre el gasto de energía en diferentes posiciones y la composición corporal de los participantes. No encontraron asociaciones significativas al comparar la energía gastada estando tumbado frente a sentarse o acostarse frente a estar de pie. Sin embargo, sí encontraron que los participantes con una masa corporal magra más alta tenían una diferencia menor en la energía gastada sentado frente a estar de pie.
Estos hallazgos brindan un nuevo respaldo a la idea de que una forma sencilla para que una persona aumente su gasto de energía es aumentando su tiempo de permanencia de pie. Los resultados también podrían ayudar a los esfuerzos para comprender mejor, monitorizar y contrarrestar los estilos de vida sedentarios. “Incrementar el tiempo dedicado a estar de pie podría ser una estrategia simple para aumentar el gasto de energía”, concluye Amaro-Gahete.
Para abordar estos problemas, Amaro-Gahete y sus colegas midieron las diferencias en el gasto de energía entre estar tumbado, sentado o de pie en 55 adultos jóvenes de 18 a 25 años.
En los últimos 250 años, casi 600 especies de plantas han desaparecido, más del doble del número de mamíferos, pájaros y anfibios extintos sumados.
Por: BBC News Mundo
GETTY IMAGES Image caption El ambicioso estudio detalla qué plantas se han extinguido, dónde y qué tan rápido.
Así lo afirma un estudio global publicado este lunes en la revista Nature, Ecology & Evolution, por investigadores del Jardín Botánico Real Kew de Inglaterra y la Universidad de Estocolmo.
De acuerdo con los científicos, la extinción de plantas está ocurriendo más de 500 veces más rápido que la tasa de extinción natural, el ritmo normal de desaparición en la Tierra previo a la intervención humana.
Pero los investigadores creen que incluso estas cifras subestiman los niveles actuales de extinción de la flora mundial.
Aún así, la mayoría de las personas pueden nombrar un mamífero o un ave que se extinguió en los últimos siglos, pero no una planta, dijo Aelys Humphreys, bióloga evolucionista de la Universidad de Estocolmo que lideró el estudio.
ICHARD WILFORD / KEW Image caption El azulillo es una planta endémica de Chile que había desaparecido pero volvió a ser detectada en estado silvestre tiempo después.
“Este estudio es el primero que nos da una visión general de qué plantas se han extinguido, dónde han desaparecido y qué tan rápido está sucediendo“, agregó.
En concreto se trata de 571 especies de plantas desaparecidas en los últimos 250 años, periodo en el cual se extinguieron 217 especies de mamíferos, pájaros y anfibios.
Chile como doble ejemplo
Las mayores pérdidas de especies se registran en islas y en los trópicos, que albergan árboles de madera de gran valor y tienden a ser particularmente ricos en diversidad, indica el estudio.
En la investigación se mencionan dos especies endémicas de Chile para representar lo desalentador del actual ritmo de extinción, así como la esperanza que persiste.
El ejemplo negativo es el sándalo de Juan Fernández (Santalum fernandezianum), el cual fue sobreexplotado por sus aceites esenciales y madera aromática.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la especie está declarada extinta desde 1978.
En cambio, el ejemplo positivo es el azulillo (Tecophilaea cyanocrocus), una especie con unas pequeñas flores de color azul intenso que había sido declarada extinta, pero que luego fue redescubierta.
Image caption”Millones de otras especies dependen de las plantas para su supervivencia”, dijo la botánica Eimear Nic Lughadha.
Cascada de extinciones
El peligro de la extinción de plantas no es solo su desaparición en sí misma, sino que puede llevar a una cascada de extinciones de otros organismos que dependen de ellas.
Ejemplo de ello son los insectos que usan las plantas como fuente de alimentos y para poner sus huevos.
“Millones de otras especies dependen de las plantas para su supervivencia, incluidos los humanos”, dijo Eimear Nic Lughadha, botánica del Jardín Botánico Real Kew y coautora del estudio.
Por lo tanto, agregó, “saber qué plantas estamos perdiendo y dónde también retroalimentará los programas de conservación dirigidos a otros organismos”.
Los investigadores incluso señalan una serie de medidas para asegurar la conservación de la flora, entre las cuales se encuentran registrar todas las plantas del mundo, enseñar a los niños a reconocer las especies locales, dar apoyo a los herbarios que preservan especímenes para la posteridad y a los botánicos que investigan el tema.
Si quieres estar sano y ayudar a salvar el planeta, ¿qué tal un plato de algas, seguido de algunos cactus y cereales ancestrales?
Por: Paula McGrath BBC World Service
A nivel mundial, dependemos de una pequeña variedad de alimentos: solo tres cereales (arroz, maíz, trigo) constituyen casi el 60% de las calorías procedentes de plantas de la dieta humana. Aunque obtenemos suficientes calorías, estas limitadas dietas no siempre proporcionan suficientes vitaminas y minerales.
Un nuevo informe, sin embargo, enumera 50 de los llamados “alimentos futuros” que son saludables y buenos para el medio ambiente.
Estas son 5 de los “súper” productos del menú del futuro.
1. Moringa
El árbol de Moringa es conocido también como “el árbol milagroso”: es de crecimiento rápido y resistente a la sequía, y en su nativo sur de Asia se usan muchas de sus partes en la medicina ayurvédica.
Las hojas se pueden recolectar hasta siete veces al año y contienen vitaminas A y C y minerales como calcio y potasio.
Suelen agregarse a algunos caldos y también se pueden moler hasta obtener un polvo que se usa en batidos, sopas, salsas y tés.
En Filipinas e Indonesia, es común cortar las largas vainas en trozos más cortos para ser guisadas en curry y sopas. Estas vainas también contienen semillas que son ricas en ácido oleico, relacionado con niveles más altos de colesterol “bueno” en el cuerpo.
De hecho, los beneficios de la moringa son tantos que recomendar su consumo es una de las pocas en la que han coincidido gobierno y oposición en Venezuela.
2. Wakame
En Japón, las algas marinas wakame han sido cultivadas durante siglos para la dieta humana, además de usarse como ofrendas a los espíritus de los antepasados e incluso para pagar impuestos.
Hoy en día también se cultivan en campos marinos en Francia, Nueva Zelanda y Argentina. Pueden cosecharse durante todo el año, sin usar fertilizantes ni pesticidas, y secarse al sol.
Las algas secas agregan un delicioso sabor salado de umami a los alimentos, y también es una de las pocas fuentes vegetales de ácido eicosapentaenoico, el ácido graso omega 3, que se encuentra casi exclusivamente en los pescados grasos que se alimentan de algas.
Uno de los tipos de alga marrón más suaves, el wakame, también contiene una gran cantidad de fucoidan, una fibra dietética que también ha demostrado potencial en estudios con animales para disminuir la presión arterial, propiedades de coagulación sanguínea e incluso actividad antitumoral.
“Las algas marinas pueden ser una gran fuente de yodo y omega 3, especialmente para las personas que comen menos productos de origen animal”, dice Priya Tew, dietista y portavoz de la Asociación Dietética Británica.
Pero la experta también advierte: “Es importante comer solo una pequeña cantidad cada día para no consumir demasiado yodo y también por el contenido de metales pesados del mar”.
3. Nopales
Un ingrediente común en la cocina mexicana: los nopales -fruto de un tipo de cactus- se pueden comer crudos, cocidos o en jugo o mermelada.
Es fácil de cultivar en América Central y del Sur, Australia e incluso Europa.
Algunos estudios clínicos sugieren que la fibra de los cactus ayuda al cuerpo a excretar más de la grasa que comemos, aunque aún no se ha comprobado ningún beneficio para la pérdida de peso.
Otros ensayos sugirieron que puede reducir los niveles de azúcar en la sangreen personas con diabetes tipo 2, e incluso puede disminuir los síntomas desagradables de resaca.
Para los que deseen introducir el nopal en su dieta, hay que tener en cuenta que algunas personas experimentan efectos secundarios como diarrea leve, náuseas y sensación de plenitud estomacal.
4. Fonio
Este ancestral cereal africano es conocido por su delicado sabor a nuez, que el pueblo Bambara de Mali dice “nunca avergüenza al cocinero” porque es muy fácil de preparar.
Hay evidencia de que ya se cultivaba en el antiguo Egipto. Existen variedades blancas y negras de cereales resistentes a la sequía que crecen en solo 60 o 70 días en la región seca del Sahel, en África occidental.
Los granos de fonio son tan pequeños como la arena, y la cáscara no comestible debe eliminarse antes de comerse. La mayor parte de esta tarea se lleva a cabo manualmente.
Rico en hierro, zinc y magnesio, el fonio se puede usar en lugar del cuscús o el arroz, e incluso se puede usar para hacer cerveza.
“Creo que esto será popular ya que no contiene gluten y el hecho de que es resistente a la sequía lo convierte en una buena opción para un futuro alimento con calentamiento global”, considera Tew.
5. Bambara
Es un tipo de legumbre con un sabor parecido al del maní, pero en una versión menos aceitosa y más dulce. El frijol bambara ha llamado la atención de los expertos en alimentos sostenibles porque puede crecer en un suelo pobre, haciéndolo más fértil al “fijar” el nitrógeno en la tierra.
Esta legumbre tradicionalmente africana también se cultiva en el sur de Tailandia y en partes de Malasia y se puede hervir, asar, freír o moler en una harina fina.
Es conocido como un “alimento completo”, ya que tiene un alto contenido de proteínas y una fuente del aminoácido esencial metionina, que promueve el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos y la absorción de zinc, que es necesaria para el sistema inmunológico del cuerpo, y de selenio, que ayuda a regular la función tiroidea y también desempeña un papel en el sistema inmunológico.
“Esto parece un alimento que podría ser excelente para las personas con una dieta vegetariana, vegana o basada en plantas, ya que es una fuente de proteínas completa y un cultivo sostenible”, dice Tew.
“Con los problemas actuales que enfrentamos par el futuro de nuestros alimentos, necesitamos alimentos más fáciles de cultivar, que sean tan versátiles como estos”.
Y una fotógrafa capturó su encanto (así como el de sus habitantes y visitantes).
Por: Ecoosfera
Auroville es una de esas comunidades que están redefiniendo la utopía. Esta ciudad fue fundada en la India en 1968 con un solo objetivo: fomentar la sustentabilidad y la cooperación, oponiéndose al consumismo y el individualismo. Ahí no sólo se privilegia lo colectivo por sobre la propiedad privada y la colaboración por sobre la competencia, sino que además se hizo un auténtico milagro natural: se le devolvió la vida a un bosque.
La ecléctica comunidad de Auroville, constituida por más de 2,000 personas de 50 naciones según la BBC, ha plantado 1 millón de árboles desde que Mirra Alfassa fundó la ciudad en esta zona al sur de la India. Así, esta comunidad global convirtió un desierto en un auténtico bosque fantástico donde crecen, entre otros árboles, los hermosos banianos. Esta es la misma especie que, en otro lugar de la India, ostenta el récord Guiness del árbol más grande del mundo –y que es tan masivo que se le considera un bosque–.
Pero, como pudo descubrir la fotógrafa Néha Hirve, esto no habría sido posible sin la comunidad del bosque, en la cual habitan 100 personas y que es aledaña a Auroville –aunque tiene menos protagonismo–. Se trata, por así decirlo, de la comunidad rural de la utópica ciudad. Un auténtico paraíso en medio del bosque donde se predican y practican formas alternativas de vivir, quizá aún más radicales que las de Auroville.
Desde 2015, viajeros de todo el mundo han plantado más de 30,000 árboles en la comunidad.
Esto ha sido posible gracias a la organización sin fines de lucro Sadhana Forest. Esta organización invita a los trotamundos a colaborar en la reforestación de esta área natural que la colonización europea dejó desierta tras construir varias ciudades en el apogeo de la revolución industrial.
Hirve, una fotógrafa radicada en Estocolmo e interesada en este proceso, viajó hasta allá para documentar la vida al interior de la comunidad. Y no fue nada fácil. Pero ahí descubrió que lo que le damos a la naturaleza, la naturaleza nos lo devuelve con creces. Y es que todos los que habitan en esta comunidad arbórea, así como quienes van de paso para ayudar –o para tomar fotografías–, se vuelven capaces de curar sus heridas, como explicó Hirve para National Geographic. Pero lo más importante es que regresan a su lugar de origen con todo un bagaje sobre vida orgánica, pues en la comunidad del bosque aprenden a vivir sin electricidad, sin Internet y sin mayores comodidades que las que ofrece la naturaleza –que en realidad son muchas–.
Así, el trabajo de esta fotógrafa es una invitación a conocer la insólita historia de la comunidad del bosque y de su masiva reforestación. Además, sirve de ejemplo para demostrarnos que otras formas de vida son posibles. La naturaleza es el límite, y eso es mucho decir.
La producción de alimentos contribuye de manera importante al cambio climático, ya que representa alrededor de un cuarto de las emisiones de carbono en todo el mundo. Un nuevo estudio que examinó las dietas del mundo real de miles de personas en Estados Unidos revela que podríamos reducir considerablemente la huella de carbono de lo que comemos al cambiar solo un alimento cada día.
“Encontramos que sustituir la carne de res por carne de ave provoca una reducción promedio de los gases de efecto invernadero de la dieta a prácticamente la mitad”, explica el autor principal del estudio, Diego Rose, profesor y director de nutrición de la Universidad de Tulane, que se ha presentado en Nutrition 2019, la reunión anual de la American Society for Nutrition.
“Por lo que sabemos, este es el único estudio representativo a nivel nacional de la huella de carbono de las dietas elegidas individualmente en Estados Unidos –precisa Rose–. Esperamos que esta investigación aumente la conciencia sobre el papel del sector alimentario en el cambio climático y el impacto considerable de un simple cambio en la dieta”.
El nuevo estudio se basa en información sobre la dieta de más de 16.000 participantes en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición 2005-2010. Una parte de esta encuesta les pidió a los participantes que recordaran todos los alimentos que consumieron en las últimas 24 horas. Los investigadores utilizaron esta información para determinar qué alimentos provocaban las mayores emisiones de gases de efecto invernadero y para calcular una huella de carbono para cada dieta individual.
Descubrieron que los diez alimentos con mayor impacto en el medio ambiente eran todos cortes de carne de res y que alrededor del 20 por ciento de los participantes reportaron haber consumido uno de estos alimentos con alto contenido de carbono. Usando la simulación, los investigadores calcularon una nueva huella de carbono para cada dieta al reemplazar la carne de res con el producto avícola relacionado más cercano. Por ejemplo, un filete de ternera a la parrilla se reemplazó con pollo asado y carne picada con pavo. Cada sustitución se realizó solo una vez por cada persona que consumió uno de los alimentos con alto contenido de carbono.
El nuevo estudio se basa en información sobre la dieta de más de 16.000 participantes en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición 2005-2010.
Se sabe que los alimentos de origen animal contribuyen más a las emisiones de gases de efecto invernadero que los alimentos de origen vegetal. Los alimentos de animales rumiantes, como la carne de res y el cordero, tienen una huella de carbono particularmente alta porque las vacas y las ovejas también liberan gas metano. “Nuestra simulación demostró que no tienes que renunciar a los productos animales para mejorar tu huella de carbono –explica Rose–. Una sola sustitución de alimentos produjo cerca de una reducción del 50% de media en la huella de carbono de una persona”.
Los investigadores planean ampliar esta investigación, que se centró en las emisiones de gases de efecto invernadero en la dieta, para incluir otros impactos ambientales como el uso del agua. Aunque no es el tema de este estudio, señalan que el desperdicio de alimentos y la sobrealimentación también aumentan la huella de carbono de nuestra dieta. Por lo tanto, además de comer alimentos bajos en carbono, una mejor planificación de las comidas y el consumo de sobras también pueden ayudar a reducir la huella de carbono.
¿Pensamos en el impacto al medioambiente al comprar ropa de moda?
Por: Eco Maxei
¿Pensamos en el impacto al medioambiente al comprar alguna prenda de vestir de “temporada”? ¿O estamos comprando compulsivamente ante la tendencia estacional dictada por la globalización?
Mientras que hace algunas décadas las estaciones del año (verano, primavera, otoño e invierno) dictaban cambios en los ciclos de vida y estaban asociadas a las lluvias, la florescencia y el trinar de las aves, la caída de las hojas y el tiempo del frío, hoy por hoy, estas estaciones dan la tendencia en los cambios del vestuario, en la actualización de los colores, las texturas y las tendencias de moda, y como personas, somos presas de la mercadotecnia.
Pero, ¿cuándo seremos presas del ambiente? ¡Esto es urgente!
Quizá en el colectivo citadino no somos conscientes de que la producción excesiva de prendas de vestir tiene un alto impacto en los recursos naturales disponibles en el planeta. Se requieren grandes cantidades de energía para movilizar las máquinas que trazan, cortan y zurcen las prendas de la temporada. La elaboración de tinturas para el teñido tradicional de ropa ha quedado en el franco olvido. Por el contrario, el uso de sustancias químicas peligrosas para estampar colores brillantes es una de las principales causas de cáncer y otras enfermedades.
Además, con frecuencia recibimos noticias sobre que la producción de prendas de vestir se lleva a cabo en condiciones precarias y de mínima seguridad laboral y social para quienes trabajan en este sector. En muchos casos la explotación laboral está presente, incluyendo fuerza de trabajo infante y femenina en jornadas extenuantes.
El patrimonio biocultural plasmado en la gran variedad de prendas artesanales que elaboran nuestras poblaciones originarias enfrenta un plagio en el trazo de los bordados y el uso de los colores. Las grandes cadenas que controlan la producción y comercialización de prendas de vestir denominadas como outfit aparentan que son ellas quienes diseñan y ponen en tendencia este patrimonio, con un nulo reconocimiento al patrimonio cultural inmaterial que ha trascendido por generaciones.
Los invito a que, cada vez que estemos por adquirir una nueva prenda de vestir:
Identifiquemos dónde fue fabricada.
Revisemos cuál o cuáles son los materiales con los que está elaborada.
Investiguemos qué tan sustentable ha sido su producción.
Pensemos cómo cada una de estas prendas puede estar perjudicando o ayudando a nuestro ambiente.
¿Qué tan natural es el material del cual está elaborada una de las prendas con las que vistes hoy? Algodón, lana, manta u alguna otra fibra natural. ¿Sabes que las telas sintéticas se elaboran a partir de derivados del petróleo? Éstas contienen una gran cantidad de elementos tóxicos que son altamente dañinos para la salud humana. Las fibras naturales son altamente térmicas y nos permiten una mejor adaptación a los cambios estacionales entre el verano y el otoño o entre la primavera y el verano.
Repensemos nuestro guardarropa, y por el bien de la naturaleza, desarrollemos u ajustemos nuevos hábitos de consumo. ¿Realmente necesitamos usar únicamente tres veces la blusa del modelo de moda, o la camisa formal que sólo vestiremos en dos ocasiones?
Las estaciones del año nos permiten mirar la diversidad, utilicemos los colores y materiales naturales: el rojizo otoñal o los brillantes colores de las flores en la primavera. Recuerda que: ¡si quieres el ambiente cuidar, la moda del vestir debes repensar!
¿Te has imaginado que sonido producen estos preciosos insectos? Un explorador no se quiso quedar con la duda…
Por: Ecoosfera
No hay mejores sinfonías que las que ofrece la naturaleza. En ese sentido, un bosque puede ser la mejor caja de resonancia. Ahí podemos escuchar exquisitas melodías, como el canto de los pájaros, acompañadas de brillantes percusiones, como las del fluir del río sobre las rocas. Y en el medio de todo esto otra infinidad de sonidos que son armonizados por el viento entre las hojas… o por el batir de alas de cientos de mariposas monarca. ¿Te imaginas cómo suena eso?
Phil Torres –explorador, científico y presentador en el canal de YouTube, The Jungle Diaries– no se quiso quedar con la duda. Por eso fue al Santuario de la Mariposa Monarca, en México, donde cada año se reúnen más de 100 millones de estos preciosos insectos. Ahí, Torres grabó el sonido producido por las mariposas al desplazarse por el bosque, justo cuando el sol las despierta. El sonido de este masivo aleteo de alas es similar al de una cascada. Simplemente hermoso.
Este bello sonido que remite a la vida –pues es parte del ritual anual para su reproducción– forma parte de los muchos sonidos que nos brinda la naturaleza, y de los cuáles a veces ni siquiera sabemos de su existencia. Afortunadamente la mariposa monarca seguirá deleitándonos audiovisualmente, pues es una de las aguerridas especies que está superando su extinción paulatinamente.
El sector agrícola es responsable del 24% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y el 14.5% del total proceden de la ganadería, tanto como el transporte mundial. El 80% de la deforestación mundial es resultado de la expansión agrícola, y la mayor parte se destina ya a alimentar animales, en lugar de personas. España es el segundo país de Europa con mayor consumo de carne y el cuarto productor mundial de porcino. El gobierno de España debe casi triplicar la ambición climática y frenar la expansión de la ganadería industrial.
Greenpeace lanza hoy su campaña #PlanetaEnCarneViva con la que denunciará, durante las dos próximas semanas, las graves consecuencias que la ganadería industrial supone para el medioambiente, la salud de las personas y el bienestar animal. La campaña, enmarcada en el mes de Resistencia a la Ganadería Industrial establecido por la Coordinadora Estatal ‘Stop Ganadería Industrial’, quiere denunciar la insostenibilidad del actual sistema agroalimentario, basado en dietas con exceso de carne y otros derivados animales.
Nos encontramos en una crisis ambiental planetaria sin precedentes y, por eso, Greenpeace exige al gobierno español, a los gobiernos locales y a las empresas medidas urgentes y contundentes para revertirla. El informe ‘Alimentos en el antropoceno. Dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles’ de la Comisión EAT-Lancet es así de tajante: “La producción global de alimentos es la mayor presión causada por los seres humanos a la Tierra”.
Deforestación
Se atribuye a la expansión agrícola mundial el 80% de la deforestación de bosques, algunos tan importantes como la Amazonía. Entre el 75% y 80% de la superficie agrícola mundial se destina a producir alimentos para animales en lugar de personas, lo que supone casi el 30% de la superficie total terrestre.
Cambio climático
El sector agrícola es ya responsable del 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y las estimaciones indican que seguirán aumentando. De éstas, el 14.5% del total son provocadas por la ganadería, tantas como las de todo el transporte mundial junto.
Greenpeace lanza hoy su campaña #PlanetaEnCarneViva con la que denunciará, durante las dos próximas semanas, las graves consecuencias que la ganadería industrial supone para el medioambiente, la salud de las personas y el bienestar animal.
Contaminación de la tierra y el agua
Los nitratos derivados del uso masivo de fertilizantes sintéticos y de la ingente cantidad de excrementos generados por la ganadería industrial se filtran en el terreno envenenando la tierra y sus acuíferos. Según la FAO, nos encontramos ya en una “crisis global de la calidad del agua”.
Calidad del aire
En España, la ganadería industrial es la principal responsable de las emisiones de sustancias nocivas como el amoniaco a la atmósfera.
Salud humana
El excesivo consumo de carne aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer. Además, la ganadería industrial también contribuye de forma muy significativa al desarrollo de la resistencia a los antibióticos.
Maltrato animal
De media, cada minuto, en España sacrificamos 1,700 animales para consumo humano, muchos sin haber visto la luz del sol. La ganadería industrial hacina, aplasta y mutila animales. “Estamos a tiempo de revertir estas cifras si cambiamos nuestra dieta y el modelo productivo. En España deberíamos reducir alrededor de un 80% nuestra ingesta de carne y lácteos de aquí a 2050, lo que se traduciría en un consumo máximo semanal de 300g de carne y 630g de lácteos”, ha manifestado Luis Ferreirim, responsable de la campaña de agricultura de Greenpeace.
En España, actualmente se concentra en grandes explotaciones industriales el 93.7% de la producción de carne de cerdo, el 94.2% de la carne de aves y el 80.6% de la leche de vacuno y el 66% de las tierras cultivadas se destinan a producir alimentos para el ganado. La contribución del modelo español de agricultura y ganadería industriales es enorme, ya que somos, entre otras cosas:
El principal país importador de soja, tras Holanda, para la fabricación de piensos y líderes en la fabricación de piensos para alimentación animal
El segundo país europeo con el mayor consumo de carne
El cuarto productor mundial de carne de cerdo
Por todo ello, Greenpeace exige al Gobierno estatal que eleve su ambición climática comprometiéndose a:
Reducir un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 respecto a las de 1990
Vetar la importación de soja procedente de la deforestación
Frenar la expansión de la ganadería industrial estableciendo una moratoria estatal
Apoyar la agricultura y ganadería de base agroecológica y de pequeña escala
Promover la adopción de la “dieta de salud planetaria” tal como pide la comunidad científica
Si no se toman medidas, el impacto medioambiental del sector crecerá de forma exponencial, comprometiendo el cumplimiento del Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible e incluso los poco ambiciosos objetivos nacionales planteados en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima.
El Día Mundial de los Océanos que se celebró este sábado pasado está dedicado a una de las principales amenazas para la salud del ecosistema marino: la contaminación de los plásticos. La ONU ha calificado ya este tipo de contaminación de “catástrofe ambiental mundial” y ha hecho un llamamiento para acabar con el “uso excesivo y el aumento del consumo de plásticos de un solo uso”.
Analizamos el impacto de este tipo de contaminación en cinco datos.
13,000,000 toneladas
Ese es la cantidad de plástico que se filtra al océano cada año, según los cálculos de la ONU. Aproximadamente el 80% de esa basura plástica llega desde la tierra, mientras que el 20% restante proviene de fuentes marinas, como los trozos de redes y otros aparejos abandonados en el agua por las flotas de barcos pesqueros, según la agencia de Medio Ambiente de la ONU.
Entre 1.1 y 2.4 millones de toneladas
Hay múltiples rutas a través de las que los plásticos viajan de la tierra al mar, incluyendo los vertidos al agua directamente desde zonas costeras y la polución que viaja por las aguas de los ríos y acaba desembocando en el mar. Investigadores de la fundación holandesa The Ocean Cleanup calcularon en 2017 que cada año los ríos de todo el mundo transportan al mar entre 1.15 y 2.41 millones de toneladas métricas de residuos plásticos en los océanos.
Ese es la cantidad de plástico que se filtra al océano cada año, según los cálculos de la ONU. Aproximadamente el 80% de esa basura plástica llega desde la tierra.
Dos tercios de este aporte proviene de los 20 ríos más contaminantes, la mayoría de los cuales están ubicados en el continente asiático. Concretamente, los ríos más contaminantes en materia de plástico son el Yangtsé, el Ganges, el Xi y el Huangpu.
269,000 toneladas
Alrededor de 269,000 toneladas es la cifra de plásticos que flota en los océanos, según el cálculo de un estudio publicado en ‘Plos One’ por Marcus Eriksen del ‘Five Gyres Institute’ y sus colegas en 2014. Pero si cada año se filtran al mar más de 10 millones de toneladas y la cantidad visible en la superficie ronda los 200,000, ¿qué está ocurriendo con el resto? Esta discrepancia se conoce como ‘el misterio del plástico perdido’.
Los científicos estiman que una gran parte termina en el fondo del mar después de degradarse por la acción del agua, el sol y las bacterias y convertirse en microplásticos mucho más difíciles de rastrear. Lo que nos lleva a la siguiente cifra.
100.000 especies
La presencia de plásticos en los océanos, ya sea en su versión íntegra o en forma de microplásticos, provoca cada año la muerte de alrededor de 100,000 especies marinas, según los cálculos de la ONU. A pesar de que la mayoría de los plásticos se supone que quedan intactos durante décadas o siglos después de su uso, los que se deterioran acaban convirtiéndose en microplásticos, y los peces y otros animales marinos acaban consumiéndolos; pasando de esta manera a la cadena alimentaria mundial.
7,800 millones de toneladas
Ante esta amenaza para el Medio Ambiente la ONU ha hecho un llamamiento para acabar con el “uso excesivo y el aumento del consumo de plásticos de un solo uso“. Entre 1950 y 2015 se han producido alrededor de 7,800 millones de toneladas de plástico, según otro estudio publicado en la revista ‘Science Advances’ por el ecologista industrial Roland Geyer, de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos, y sus colegas.
Como muestra el gráfico, el volumen de plásticos producido no ha dejado de aumentar. Sólo en 2015, los investigadores estimaron que en todo el mundo se habían producido 8,300 millones de toneladas. De ellos, alrededor de 6,300 millones son ya residuos y el 79% no se ha reciclado.
La tendencia podría cambiar el los próximos años, o al menos ese es el objetivo de algunas iniciativas impulsadas por instituciones de todo el mundo. La Unión Europea está ultimando la aprobación de una la normativa que prohibirá a partir de 2021 los artículos de plástico de usar y tirar más populares, como platos, cubiertos, pajitas para beber, bastoncillos de algodón y envases de polietireno para alimentos, con el objetivo de reducir su impacto en el medio ambiente.
Los gobiernos del bloque comunitario han dado luz verde a esta legislación a nivel de embajadores, que ya obtuvo el visto bueno del Parlamento Europeo a finales de marzo. Estos plásticos, según cálculos de la Unión Europea, representan cerca del 70 por ciento de los deshechos plásticos que contaminan las aguas y las playas del territorio comunitario y el objetivo de la medidas es erradicar el uso de artículos de plástico para los que existen ya alternativas en materiales que no dañan el entorno.
Ya es tiempo de poner de nuestra parte para ayudar al planeta, por eso te traemos 10 utensilios ecológicos que puedes usar para reducir los plásticos.
Por: Jocelyn Martínez Castillo
Nuestro planeta se encuentra en un estado crítico y es momento de disminuir las acciones que han causado los altos niveles de contaminación.
Una de las grandes problemáticas es el uso de deshechables que generan grandes cantidades de basura, pero ya existen varios productos reutilizables y biodegradables que puedes usar para actividades que realizas regularmente.
Si estás interesado en poner tu granito de arena para ayudar al planeta, estos utensilios te pueden interesar.
10 utensilios ecológicos
1.- Bolsas reutilizables para el súper
2.- Bolsas para fruta o verdura
3.- Bolsas para meter al congelador o microondas
4.- Envolturas reutilizables
5.- Cepillos de bambú
6.- Shampoo en barra
7.- Bolsas biodegradables para los deshechos de tu perro