Un inspirador ejemplo de que la reforestación, bien hecha, sí funciona.
Por: Ecoosfera
La reforestación no requiere sólo de buenas intenciones, sino de acciones planeadas y bien ejecutadas. Y es que los bosques –y los habitantes que los constituyen, los árboles– son seres de inmensa complejidad, que necesitan condiciones muy específicas para sobrevivir.
No obstante, la reforestación masiva es posible, y Costa Rica es un inspirador ejemplo de ello.
Este país caribeño cuenta, hoy en día, con el doble de bosques de los que tenía en la década de los años 90 del siglo pasado. Como indica la United Nations University, en 1940 Costa Rica tenía un 75% de bosques tropicales, en áreas usualmente habitadas por indígenas, pero en las décadas subsecuentes todo desapareció. Diversas actividades agrícolas y la obtención desmedida de recursos naturales provocaron que para 1983, sólo el 26% del territorio contara aún con bosques.
Pero Costa Rica está en camino a recuperar todos los bosques perdidos.
Esta es la mayor recuperación de ecosistemas boscosos que jamás haya tenido otro país. ¿Cómo lo hicieron? Empezaron por proteger estos ecosistemas de la deforestación, actividad cuya tasa decreció hasta llegar a cero en 1998. Esto fue posible a través de mecanismos de recompensa para quienes brindan servicios ambientales, lo que además ha reducido la pobreza en áreas rurales y ha fortalecido a las comunidades indígenas.
El éxito de Costa Rica se debe a tres factores: ética, ambientalismo y políticas públicas efectivas. Tres factores que muchos gobiernos deberían adoptar como ejes centrales de toda planeación, ya que como atinadamente ha dicho el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, el cuidado del medioambiente es “la gran tarea de nuestra generación”.
En Costa Rica se tiene claro que la única manera de sostener un país es volviéndolo sustentable. La economía de este país gira ahora en torno a la conservación de los ecosistemas y la lucha contra el cambio climático, lo que lo ha llevado a generar toda su energía a partir de fuentes renovables, entre otras acciones que hacen ver que un futuro compartido con un medioambiente sano es posible.
Ante la pérdida de la biodiversidad cualquier acción, por más pequeña que sea, puede generar un cambio.
Por: Eco Maxei
La alarmante noticia que recibimos hace unos días sobre aquellas especies que han desaparecido debido a diferentes factores como el cambio climático o el tráfico ilegal de animales o plantas exóticas, ha hecho que muchas organizaciones sin fines de lucro e incluso activistas ambientales alcen su voz en contra de la extinción de estas especies que son importantes para nuestra existencia.
Por ejemplo, el oso de anteojos es una especie de oso andino que habita en la cordillera de los Andes y su función principal es esparcir las semillas del frailejón en los ecosistemas de páramo. Este método de polinización es muy importante para las personas que habitan cerca de estos ecosistemas, ya que de allí obtienen agua dulce para subsanar sus necesidades básicas diarias.
Es por esta razón que la biodiversidad ha jugado un papel importante en todo el mundo. Ya sea con la creación de áreas protegidas o con la formulación de estrategias para conservar aquellas áreas que son catalogadas como ecosistemas estratégicos, se busca garantizar una armonía entre el ser humano y la naturaleza. Pero el principio 1 de la Declaración de Río no ve el vivir en armonía como un requisito, sino como un derecho:
Los seres humanos (…) tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.
Esto significa que la humanidad no ha “sido capaz de verse a sí misma como una parte integral de la Naturaleza”. Por lo que nuestra supervivencia “depende de elecciones sabias sobre cómo coexistir con la Madre Tierra”.
En otras palabras, ecosistemas como el bosque húmedo del Amazonas, el desierto del Sahara o los humedales RAMSAR, están conectados entre sí debido a que las sinergias naturales como las fuertes lluvias, sequías, terremotos, ciclones y demás fenómenos naturales, se regulan entre sí cuando los ecosistemas están en equilibrio. Sin embargo, esta conexión no es sólo entre la misma biodiversidad, sino que el ser humano ha generado una conexión con la naturaleza, ya que de ella obtenemos una gran variedad de servicios ecosistémicos, como materia prima para la producción de alimentos o medicamentos.
Pero desafortunadamente no logramos visualizar esta conexión y su importancia, ya que cada generación ha sido educada de una manera diferente y como consecuencia, actuamos de maneras diferentes. Pero no se trata de juzgar acciones sino de entender la incidencia que tienen nuestras decisiones para reducir nuestro impacto ambiental. Es por esto que todavía hay esperanza. Gracias al compromiso de la sociedad civil por hacer algo, se han podido crear espacios de participación ciudadana en donde diferentes actores no estatales debaten sobre la importancia de incluir a los jóvenes, comunidades indígenas, campesinos y afrodescendientes, entre otros, en la toma de decisiones para garantizar de esta manera una sostenibilidad ambiental real, que abarque todas las necesidades y puntos de vista de la sociedad.
Para finalizar, los invito a evaluar sus convicciones ambientales y de manera honesta tomar una decisión, no hay respuestas verdaderas o erróneas. Simplemente, pensemos en las consecuencias de nuestras acciones y la manera como éstas han afectado a la biodiversidad. De igual forma, los invito a ser parte de grupos ambientales y realizar trabajo de voluntariado para replicar así las buenas acciones, que sin importar cuán pequeñas sean, siempre van a generar un gran cambio.
Seguramente no dudarías ni un segundo en vivir en este encantador pueblo lleno de conciencia.
Por: Ecoosfera
El plástico está en todo: incluso en lo que comemos. Así de feo como es, este material ha logrado conquistar todo el mundo y nos ha vuelto sumamente dependientes a él. Y todo ello pese a que una vida sin plástico es totalmente posible –y totalmente deseable–.
Lo peor de todo es que el plástico es sumamente difícil de reciclar. Pero la creatividad no tiene límites. Así lo demostró el empresario canadiense Robert Bezeau, quien puso los primeros cimientos –plásticos– de la Plastic Bottle Village, en Bocas del Toro, Panamá.
Es en esta isla donde Bezeau ha construido decenas de estructuras con botellas de plástico en lugar de ladrillos. Su objetivo no es sólo demostrar que algo se puede hacer con toda la basura plástica que ya hay, sino hacer conciencia sobre la urgencia de que se generen más y mejores propuestas para reciclarla.
El resultado de su proyecto es inspirador. Y no podrás creer lo hermosos que son los terruños que este empresario ha creado a partir de horrendas botellas de plástico.Incluso erigió una “cárcel”, donde metafóricamente se encerraría a todos los que cometen daños al planeta. Aunque por ahora sólo sirve para generar conciencia sobre el problema de la contaminación plástica, al igual que el museo al interior de esta insólita villa.
El IPBES publica la evaluación científica más exhaustiva sobre la situación actual de la biodiversidad y los ecosistemas. Los científicos alertan sobre la necesidad de emprender acciones radicales para cambiar el sistema socioeconómico o, de lo contrario, la humanidad tendrá que enfrentarse al colapso ecológico y la extinción masiva de especies.
La Plataforma Intergubernamental, Científica y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) ha presentado la investigación científica más completa y rigurosa sobre los ecosistemas, hecha hasta la fecha, tras la reunión de expertos de la ONU que culminaba hoy en París. El IPBES señala las principales causas de la crisis ambiental mundial, así como los agentes implicados en la misma, y reclama cambios urgentes en el sistema.
El informe muestra de forma categórica el estado deplorable en el que se encuentran los ecosistemas, y apunta a la actividad humana como la causa principal de las alteraciones de la naturaleza en gran parte del mundo. Sin lugar a dudas, hoy hay más especies en peligro de extinción, más de un millón, que en ningún otro momento de la historia humana.
El informe presenta argumentos convincentes a favor de la necesidad de un “cambio transformador” de las estructuras financieras, sociales y económicas a nivel mundial. A su vez, señala acertadamente a los principales sectores responsables de la devastación actual: la ganadería, agricultura y pesca industriales, las grandes infraestructuras, la minería, la extracción de combustibles, la tala, las plantaciones y la biomasa a gran escala, junto con el crecimiento “ilimitado” y el consumo exacerbado. Un modelo basado en el beneficio de unos pocos, mientras multiplica la pobreza, los conflictos y el deterioro ambiental para la mayoría de la población.
Lamentablemente, a pesar de sus fortalezas, el informe no ahonda lo suficiente poniendo nombre y apellidos a los culpables de la crisis social y ambiental. El informe es audaz e implacable cuando describe los agentes responsables del colapso de la biodiversidad, pero para enfrentar a esos agentes tenemos que nombrarlos y confrontar a los actores y estructuras de poder que los sostienen, especialmente las multinacionales que lo alimentan. Hay evidencias abrumadoras de su papel central en la destrucción del medioambiente, los derechos de la gente y la democracia.
La Plataforma Intergubernamental, Científica y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) ha presentado la investigación científica más completa y rigurosa sobre los ecosistemas.
En la evaluación se señala acertadamente a la ganadería y agricultura a gran escala como unas de los principales culpables del deterioro socioambiental. Sin embargo no reconoce que el sistema agroalimentario, totalmente inviable social y ecológicamente, ni siquiera es capaz de alimentar a la población, mientras destruye el mundo y provoca incontables conflictos sociales. Y es que la ganadería industrial, que emplea un 80% de los terrenos agrícolas para alimentar al ganado, es también responsable de la deforestación del 70% del Amazonas.
La plataforma de científicos confirma el papel clave que desempeña la agroecología en la transformación de los sistemas alimentarios, pero no profundiza detallando que ese cambio implica también un traspaso de control de unas pocas empresas a manos campesinas. La agroecología exige transformaciones sociales, ecológicas, económicas y culturales que rompen con el control que ejercen ahora mismo las multinacionales del sector. Esto implica rechazar las falsas soluciones como la “intensificación sostenible”, que incluye cultivos transgénicos y su paquete de pesticidas y fertilizantes.
Los pueblos indígenas y las comunidades locales son reconocidos como ejemplos a seguir en la protección de la biodiversidad. “La conservación comunitaria ha demostrado ser igualmente o más eficaz para evitar la pérdida de hábitat que las áreas protegidas formalmente establecidas, y los pueblos indígenas y las comunidades locales han probado claramente que juegan un papel positivo de neutralización de la deforestación”. La publicación también recoge y confirma que al menos 1.000 personas fueron asesinadas defendiendo sus territorios entre 2002 y 2013.
Recibimos con agrado el hecho que este informe es el primero de su tipo que hace énfasis en problemas estructurales, que examina sistemáticamente e incluye los conocimientos, temas y prioridades de los pueblos indígenas y las comunidades locales, a la vez que reclama cambios radicales. Cambiar nuestro sistema es lo único que puede evitar el colapso ecológico. Esto sólo puede lograrse descentralizando las actividades socioeconómicas, incluida la agroecología, la pesca a pequeña escala y la energía comunitaria. En particular, los Pueblos Indígenas y las comunidades locales deben gozar de soberanía para gestionar sus territorios, incluso declarar sus territorios libres de proyectos extractivistas.
Desde Amigos de la Tierra defenderemos activamente estos postulados en el proceso posterior a 2020, que definirá las políticas en materia de biodiversidad para la próxima década en el seno del Convenio sobre la Diversidad Biológica, la CMNUCC y el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la ONU.
Este carbón producido industrialmente podría alimentar a futuros vehículos y utilizarse como supercapacitador.
Por: Ecoosfera
En una ironía magistral, científicos de la Universidad de Melbourne lograron dar marcha atrás al “reloj de emisiones” y convertir dióxido de carbono (CO2) en una “sustancia sólida similar al carbón”. El doctor Torben Daeneke, uno de los coautores del experimento, explicó a los medios que:
hasta la fecha, sólo era posible convertir el CO2 en un sólido aplicando temperaturas extremadamente altas, lo que lo volvía poco viable a escala industrial.
Sin embargo, una serie de nuevas técnicas de emisión negativa permitieron la transformación utilizando un metal líquido con nanopartículas del metal cerio.
Las propiedades del cerio le permiten convertir el CO2 en carbón sólido a temperatura ambiente, lo que mejora las probabilidades de hacer viable este método a nivel industrial.
¿Negocio redondo o solución al cambio climático?
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la comunidad global debe eliminar entre 100 mil millones y 1 billón de toneladas métricas de dióxido de carbono de la atmósfera antes del año 2030, si es que deseamos evitar una catástrofe climática.
Hasta el momento, sólo el 1% de las emisiones de carbón son eliminadas por métodos industriales. Además, los gobiernos del mundo siguen dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, y ven con cierto desdén o indiferencia las propuestas de energías renovables.
La explicación de esto probablemente esté en que los gobiernos se han acostumbrado a esperar la iniciativa de los mercados para desarrollar, a partir de ahí, políticas públicas. Y, cambio climático o no, el mercado está determinado a seguir funcionando; y hasta cierto punto, eso puede ser la solución.
Dorna Esrafilzadeh, investigadora de la Universidad de Melbourne, explicó que el carbón obtenido por este método tiene la particularidad de ser un excelente conductor de electricidad, lo que podría hacerlo un buen candidato para impulsar supercapacitadores de futuros vehículos.
Esta técnica también produce combustible sintético en una de sus etapas, el cual podría tener aplicaciones industriales.
Tal vez, lo que hacía falta para solucionar el cambio climático era que alguien encontrara la forma de comprar y vender la contaminación misma.
Para 2050, 1.7 millones de mexicanos podrían dejar las áreas costeras y concentrarse en la capital y ciudades aledañas.
Por: Ecoosfera
Los efectos del cambio climático no solamente ocurren en la atmósfera, sino también a nivel social. Una estimación del Banco Mundial indica que, para el año 2050, 143 millones de personas se convertirán en migrantes y refugiados climáticos.
Muchas estimaciones se están desarrollando para producir modelos estadísticos capaces de prevenir las situaciones donde millones de personas dejan su lugar de origen para establecerse en otros.
Y si en nuestros días vemos caravanas de migrantes moviéndose de un país a otro escapando de la violencia, en unas décadas las migraciones serán motivadas por la imprevisibilidad climática: los trabajadores del campo y de la costa tendrán que buscar opciones de supervivencia en los centros urbanos.
Esta situación podría repetirse en África subsahariana, el sureste asiático y América Latina.
Éxodos del futuro
Sin embargo, estar listos para movilizaciones humanas de escala bíblica implica asumir cosas que no podemos saber aún. Aunque existen factores objetivos que pueden preverse, como el aumento en el nivel del mar y el derretimiento de los casquetes polares, las reacciones de la población no son una ciencia exacta.
258 millones de personas ya viven fuera de su lugar de origen hoy en día, a causa de inundaciones y sequías, entre otras causas.
Por otra parte, factores como las tasas de natalidad y mortalidad de cada población determinará los escenarios reales. Además, los modelos actuales se enfocan en las migraciones al interior de los países, porque los datos históricos indican que los refugiados no viajan distancias extremas si pueden establecerse en otro lugar dentro de su propio país, en donde el idioma y las costumbres no sean tan diferentes a los que dejan atrás.
El fin de este tipo de proyecciones es advertir a los gobiernos de tomar las medidas oportunas para cambios de población en una situación sumamente imprevisible. Dirigir presupuesto a la creación de hospitales y escuelas, además de vivienda y empleos, también es una acción oportuna para prepararse contra el cambio climático.
Una dialéctica de la naturaleza para comprender por qué es urgente defender la biodiversidad.
Por: Ecoosfera
Todo esta interconectado: la vida se sustenta en los intercambios que día a día se realizan entre las 1.4 millones de especies vegetales y animales que poblamos la Tierra. Ya sea entre peces y aves, entre aves e insectos o entre insectos y flores… todos tenemos una relación de dependencia mutua, porque la naturaleza es un gran organismo vivo. Y eso es la biodiversidad.
De este delicado equilibrio depende una de las cuestiones clave de la vida: la alimentación.
Mucho hemos oído hablar sobre la cadena trófica o cadena alimenticia, y normalmente la concebimos como un proceso que sucede en un ecosistema dado. No obstante, si pensamos a la naturaleza como un gran todo holístico, también podemos pensar que el planeta entero tiene su propia gran cadena trófica. Esta cadena vendría siendo la biodiversidad total de planeta, de la cual depende también nuestra alimentación. Así que también depende de ello nuestra cultura, pues mucho de ella se sustenta en la variedad alimenticia.
La biodiversidad es clave para la agricultura y la producción de alimentos. Por lo tanto, también lo es para nuestra cultura.
Si de la biodiversidad depende nuestra alimentación, eso quiere decir que de nuestra alimentación también depende la biodiversidad. Sería muy arrogante pensar que nosotros estamos fuera de esta gran cadena trófica que une a todas las especies. No hay mejor ejemplo de ello que los cultivos de arroz. Porque los arrozales, según ha podido comprobar la FAO, son un microcosmos de vida. Ahí se han encontrado 700 especies de insectos y otros organismos.
Así que no somos sólo un mal para el planeta, siempre y cuando la agricultura como práctica no se entrometa con los ciclos de la naturaleza –algo que, lamentablemente, ocurre cada vez con más frecuencia–. Pero en la dialéctica que supone la biodiversidad, nosotros también somos necesarios. Si queremos conservar esta cadena trófica funcionando y seguir nutriéndonos como es necesario, defender la biodiversidad es un imperativo.
¿Qué está poniendo en riesgo a la biodiversidad?
El alto consumo de carne
Según la WWF, los cultivos para alimentar al ganado dañan el ecosistema. Esto ha ocasionado la extinción de más de 30 especies en el mundo. Es por ello que comer menos carne verdaderamente salva especies y ecosistemas. Por lo tanto, es una forma de proteger la biodiversidad y asegurar nuestra alimentación, que no debe basarse en la proteína animal.
La modificación genética
La tecnología genética pretende adueñarse de la naturaleza, e incluso de sus bases más profundas. Y por si eso no fuese suficiente motivo de indignación, hay que agregar que a dicho crimen, se suma el hecho de que los transgénicos son una sentencia de muerte para cientos de cultivos. Entre ellos las 64 razas de maíz que hay en México, ya que el maíz modificado es capaz de matar y sustituir a las especies nativas para siempre.
Por eso es muy importante evadir a toda costa los transgénicos. Comprar orgánico es la mejor forma de hacerlo, y de paso le estaremos haciendo un bien a nuestro organismo.
El uso desmedido de pesticidas químicos
La ONU ha sido tajante: los pesticidas son catastróficos para el ambiente, para la salud humana y para la sociedad. Los pesticidas sólo han provocado colapsos en miles de cultivos alrededor del mundo, ya que matan indiscriminadamente a toda la población de insectos en los cultivos, incluso a aquellos que son necesarios para la salud de las plantas y la tierra. Además, contaminan los ecosistemas más allá de las granjas, desestabilizándolos por completo.
La poca variación en lo que comemos
Según la FAO, sólo 14 especies de mamíferos y aves componen el 90% del suministro de alimentos de origen animal que consumen las personas. Y apenas cuatro especies –el trigo, el maíz, el arroz y las patatas– proporcionan la mitad de la energía que obtenemos de las plantas. Estas prácticas, al no promover la diversidad genética, pueden provocar colapsos ambientales a mediano plazo, algunos de los cuales ya se han dejado sentir.
Por eso es importante variar lo más posible nuestra propia dieta y, sobre todo, incluir insectos en ella. Entre otras cosas, los insectos son el alimento del futuro por ser de gran ayuda para conservar la biodiversidad.
Un planeta biodiverso es un planeta donde todos los seres vivos podemos alimentarnos dignamente.
Ahora Taiwán emplea un ambicioso proyecto para librarse del plástico, empezando por sus restaurantes y tiendas
Por: Ecoosfera
El gobierno taiwanés se ha propuesto remover, en 1 década, todo el plástico de consumo personal. Popotes, bolsas, recipientes y contenedores de todo tipo saldrán del mercado tras esta campaña.
A la par de esta meta, los taiwaneses también harán programas de rescate y limpieza en el mar, con el fin de sacar el plástico de las aguas contaminadas. El Ministro de Protección Ambiental, Lee Ying-yuan, dijo al periódico Taiwan Today que la única manera de eliminar el plástico es prohibir su distribución.
Fue apenas el 13 de febrero de 2018 que este plan a 12 años se echó andar en el país asiático, empezando por los restaurantes y las tiendas, a los que se les ha exigido que dejen de usar bolsas y popotes de este material.
Hasta el momento, los habitantes de Taiwán consumen hasta 700 bolsas al año. Se piensa que la campaña ha sido tan radical y efectiva que tal vez alcancen los propósitos de sacar del mercado el plástico, incluso antes del 2030.
Hace pocos años, varias ciudades de la costa oeste de Estados Unidos empezaron este mismo proceso. En Inglaterra, la Reina Isabel ha sacado del palacio de Buckingham todo rastro de productos, y China, que antes era un exportador, ha dejado de producirlo.
Así que el consumo individual de plástico está pronto a desaparecer. Esta medida se retrasó, pero aún estamos a tiempo de implementarla para frenar la contaminación marítima y proteger a varias especies acuáticas del riesgo que corren.
Son tiempos para imaginar qué otros recursos podemos inventar y qué otras soluciones amigables con la fauna y flora del planeta se pueden poner en práctica.
La lucha medioambiental es nuestro mayor predicamento, simplemente porque está poniendo en riesgo el futuro y arruinando el presente. Los niños, con esa perspicacia e intuición que los suele caracterizar, lo saben. No por nada alguien tan joven como Greta Thunberg, de apenas 16 años de edad, se ha hecho la vocera de todo un movimiento global que se volvió masivo y en el que todos podemos participar, estemos donde estemos.
Más allá de evocar la infancia de manera ingenua, pensándola sólo como un período de inocencia y pureza, lo cierto es que los niños de hoy nos están demostrando cómo se hacen las cosas. Esto es: con más empatía y menos categorizaciones sombrías, una fórmula ciertamente más elocuente para los tiempos que corren. Porque si no, ¿cómo explicar que los niños nos estén convenciendo a todos de hacer algo ya, contra el cambio climático? ¿Acaso no miles de científicos y organizaciones nos estuvieron llamando a ello desde hace por lo menos 1 década?
Sí: pero lo que necesitamos ahora no es sólo insistir, desde el mero discurso, en que todo “está mal”. Necesitamos asimismo acciones orientadas a cambiar el curso de la catástrofe, que hablen también desde la esperanza y el compromiso. Porque las cosas están muy mal, pero podrían estar peor.
Hasta ahora, resulta claro por qué los niños de todo el mundo han logrado remover conciencias. Pero un estudio publicado en Nature Climate Change lo corrobora.
Un equipo de científicos sociales y ecologistas de la Universidad Estatal de Carolina del Norte descubrió que los niños son capaces de convencer incluso a sus padres sobre la urgencia de hacer algo ante el caos climático. Muchos han logrado hacer que el nivel de preocupación de sus padres respecto al predicamento ambiental se eleve, lo que los investigadores consideraron un resultado de que los niños no se aproximan al problema desde ningún tipo de ideología política.
Los más de 200 padres que participaron en el estudio hablaban constantemente con sus hijos sobre el cambio climático.
Los pequeños les hacían preguntas como “¿Qué cambios has visto en el clima?” y “¿Has visto elevarse el nivel del mar?”, que los invitaban a relacionarse directamente con el problema. Además, los padres asistían a actividades con ellos. Antes y después de estas sesiones, los padres fueron encuestados para saber qué opinaban del cambio climático y cuál era su ideología política. El nivel de interés sobre el tema subió en todos ellos, sólo que a distintas escalas.
Así, parece que los niños, de manera innata, son mejores para atajar los problemas ahí donde deben ser atajados, sin dar vueltas sobre asuntos que, hasta ahora, sólo han logrado distraer nuestra atención y desilusionarnos de cualquier intento por incursionar en un cambio social. Porque los espectros políticos ya no son el área decisiva desde donde debemos discutir los problemas más apremiantes. Éstos tienen, si acaso, un papel organizativo dentro de las concepciones que nos hacemos; porque reconocer nuestra posición en dicho espectro es útil para identificarnos con otros y poder formar parte de colectividades con los mismos principios. No obstante, hay cosas que van más allá de ideologías, espectros políticos o principios. El predicamento ambiental es una de estas cosas, pues estemos del lado del que estemos, todos nos extinguiremos si no hacemos algo.
¿Será que ganará la filosofía del “me extingo, luego pienso”? Quién sabe. Pero por lo menos, los niños del mundo no están dispuestos a dejar que eso pase.
Una historia de empatía entre animales y humanos que es contada en imágenes.
Por: Ecoosfera
Entre nosotros y los animales no hay tanta diferencia. El abanico de emociones que los animales son capaces de sentir y expresar lo demuestra, así como la empatía que esto nos genera hacia ellos. Es así que el mundo está repleto de historias de amor entre animales y humanos que han tejido vínculos más fuertes de los que a veces pueden tejerse de ser humano a ser humano.
Lamentablemente, hemos fallado como especie. Por lo menos hasta ahora.
Así lo demuestra el hecho de que millones de especies están hoy en riesgo inminente de extinción, y entre ellas se cuentan decenas de animales. Muchas otras ya se han extinguido, real o técnicamente, como es el caso del rinoceronte blanco del norte, del cual quedan únicamente dos hembras en Kenia, África, llamadas Fatu y Nain. El último macho, pese a haber sido el soltero más codiciado del mundo e inspirar toda clase de estrategias para salvar a su especie ―incluso “usar” Tinder―, murió en marzo de 2018, según reportó la organización Ol Pejeta Conservancy.
El fotoperiodista Justin Mott ha querido mostrar, a través de su proyecto a largo plazo Kindred Guardians, cómo es la vida de estos últimos ejemplares de rinoceronte blanco. Mott comenzó a trabajar en este proyecto tras la muerte de Sudan, el último rinoceronte blanco macho, motivado por trabajos previos relacionados con la conservación animal.
Retratar la existencia de los rinocerontes lo llevó inevitablemente a retratar la de los cuidadores que los protegen día con día de los cazadores furtivos, y que lo arriesgan todo por mantener con vida a estos majestuosos animales. Alguien podría pensar: ¿tiene sentido esto, si los rinocerontes ya están técnicamente extintos? Sí, porque quien salva una vida, salva el mundo entero. Lamentablemente, no pudimos evitar la extinción de esta especie y de muchas otras, pero podemos hacer de la vida de quienes aún están aquí algo digno de ser vivido. Y eso es lo que estos guardianes intentan hacer cada día, cuidando de estos dos bellos ejemplares con valentía y mucha ternura.
Pero las fotografías te lo contarán mejor que nosotros.