El secreto mejor guardado de los ‘ojitos’ de tu perro

Por: Ecoticias

Hace miles de años, la anatomía facial de los perros, descendientes de los lobos, era muy distinta a la que conocemos hoy. Los primeros canes en ser domesticados eran menos expresivos que los actuales, por una sencilla razón: no habían desarrollado la musculatura de sus cejas. Ahora, con una simple mirada sabemos qué quieren nuestras mascotas.

Al convivir durante 30.000 años con los humanos, los perros han adoptado habilidades cognitivasque ninguna otra especie ha logrado, ni siquiera chimpancés o lobos. Los canes han desarrollado formas humanas de comunicación, como resultado de presiones de selección evolutiva durante la domesticación. En el Dog Cognition Center de la Universidad de Portsmouth (EE UU), dirigido por la psicóloga comparativa Juliane Kaminski, los científicos investigan la cognición canina y estudian los comportamientos de los perros cuando interactúan con los humanos.

El secreto mejor guardado de los ‘ojitos’ de tu perro

Uno de estos rasgos es el movimiento de las cejas, que solo es compartido por los caballos entre todos los animales no humanos. Ante la falta de datos fósiles, un estudio publicado en la revista PNAScomparó la anatomía de cuatro lobos salvajes con la de seis perros y el comportamiento de nueve lobos con el de 27 perros de refugios para comprobar que el movimiento de las cejas había evolucionado con la domesticación y que podía estar vinculado directamente a la interacción social entre perros y humanos.

Los resultados muestran que, contrariamente a los lobos, que presentan fibras musculares escasas e irregulares, los canes pueden levantar sus cejas internas, dotándoles de gran expresividad a ojos humanos. La única raza de perro que no presenta movimiento del músculo es el husky siberiano, considerado una de las razas de perros más antiguas.

“El movimiento que permite que la ceja interna se levante en los perros es impulsado por un músculo que no existe de manera sistemática en su pariente vivo más cercano, el lobo”, señala Anne Burrows, investigadora de la Universidad de Duquesne en Pittsburgh (EE UU) y coautora del trabajo. Las pruebas demuestran que los canes desarrollaron un músculo para levantar la ceja interna después de ser domesticados a partir de los lobos.

Al convivir durante 30.000 años con los humanos, los perros han adoptado habilidades cognitivas que ninguna otra especie ha logrado, ni siquiera chimpancés o lobos.

Cómo llamar la atención de los humanos

La respuesta que desencadena este movimiento en las personas es inmediata. Al levantar la parte interior de la ceja, los ojos del perro parecen más grandes, incluso con apariencia infantil, y adoptan una mirada similar a la que ponemos los humanos cuando estamos tristes.

“Los hallazgos sugieren que las cejas expresivas en perros pueden ser el resultado de las preferencias inconscientes de los humanos que influyeron, durante la domesticación, en la selección evolutiva”, recalca Kaminski. Cuando los perros hacen el movimiento provocan en los humanos un fuerte deseo de cuidarlos. “Esto daría a los perros que mueven más las cejas una ventaja de selección sobre los demás y reforzarán el rasgo de ‘ojitos’ para las generaciones futuras”, subraya Kaminski.

El trabajo revela, además, que bajo la mirada de los humanos, los canes levantaron más sus cejas que cuando no les estaban mirando, lo que indica que el movimiento es voluntario en cierta medida. Al estudiar el comportamiento de perros y lobos, los científicos comprobaron que “cuando se exponían a una persona durante dos minutos, los perros levantaron sus cejas con más frecuencia y con mayor intensidad que los lobos”, indica la experta.

Según los científicos, estos cambios pudieron haber sucedido muy rápidamente, en tan solo unas docenas de miles de años, aunque la evolución de esta musculatura tiende a ser más lenta. “Es realmente sorprendente que estas simples diferencias en la expresión facial hayan ayudado a definir la relación entre los perros primitivos y los humanos”, concluye Adam Hartstone-Rose, de la Universidad del Estado de Carolina del Norte (EE UU) y coautor del estudio.

Fuente: www.ecoticias.com

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