Dietas altas en grasas saturadas causan depresión (porque la grasa se va directo al cerebro)

La correlación obesidad-depresión es más compleja de lo que creíamos.

Por: Ecoosfera

El instante de placer que nos otorga la comida alta en grasas saturadas no se compara al tiempo que nos hace pasar deprimidos. Y no es sólo por el sentimiento de culpa que nos puede generar comer estos alimentos, sino porque la grasa realmente interrumpe el buen funcionamiento de partes clave de nuestro cerebro.

Ni siquiera se necesita estar pasado de peso para deprimirse como consecuencia de una mala alimentación.

Así lo comprobó un nuevo estudio publicado en Translationar Psychiatry. Según los investigadores de la University of California, una dieta alta en grasas saturadas interrumpe las tareas del hipotálamo, un importante centro emocional que regula, además, la ingesta de alimentos –el hambre y la saciedad–. Los científicos encargados de esta prueba encontraron que en ello reside la correlación obesidad-depresión, y no sólo en las consecuencias físicas que genera la obesidad.

Los investigadores realizaron pruebas en dos grupos de ratones durante 3 semanas. A uno se le alimentó con comida normal, y al otro con alimentos muy altos en grasas saturadas. Tres semanas después, los ratones que comieron más grasa saturada mostraron evidentes síntomas de depresión, los cuales fueron medidos en diversas pruebas hechas para constatar la efectividad de los antidepresivos. Los científicos descartaron que se tratara de una depresión causada por los pormenores físicos del sobrepeso, y que más bien tenía que ver con un cambio en el cerebro.

A través de análisis de laboratorio, los investigadores encontraron que la grasa saturada llega al cerebro y se acumula en la zona del hipotálamo, interrumpiendo las señales que esta zona manda al sistema nervioso central.

Para colmo, la grasa saturada es adictiva por una razón similar

El director del estudio, George Baillie, aseguró para New Atlas que es la primera vez que se observan los efectos directos de la grasa saturada sobre el cerebro. Pero la hipótesis que lo llevó a conducir el estudio no es nueva.

En 2013, un equipo de mexicanos del Grupo de Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UNAM realizó una investigación titulada Inteligencia para la alimentación, alimentación para la inteligencia, en la que plantearon la necesidad de una Teoría de la Alimentación basada en los cambios que han sufrido las dietas a través de las épocas y cómo esto nos ha afectado genética y cerebralmente. Y es que, según estos expertos, la grasa saturada interrumpe también los procesos cognitivos que posibilita la corteza prefrontal, lo que afecta nuestra capacidad de escoger alimentos mejores para nosotros y nos hacen adictos a la comida chatarra.

Por eso, según plantearon estos científicos en su momento, es necesaria una psicoeducación sobre el funcionamiento de estas zonas del cerebro para que volvamos a aprender a comer. Y es que, además, comer compulsivamente –un mal de nuestra época– no es sólo por falta de voluntad, sino por el tipo de alimentos que ingerimos y que nos hacen adictos.

Así que, la próxima vez que quieras una comida alta en grasas saturadas, recuerda las graves repercusiones que, a mediano y largo plazo, puede tener sobre tu psique. Mejor opta por alimentos con grasas poliinsaturadas –como los presentes en esta dieta– para saciar tu antojo.

Fuente: www.ecoosfera.com

Las plantas, y los insectos en nuestra dieta salvarán el Planeta

Por: Ecoticias

La ganadería, la pérdida de la biodiversidad, la deforestación y, por supuesto, el cambio climático, son algunas de las causas más importantes de la degeneración de la tierra. Por ello, investigadores de la Universidad de Tufts de Boston (EEUU) han desarrollado un estudio en el que explican cómo las dietas a bese de plantas, el cultivo de insectos, la carne cultivada en laboratorios y los animales modificados genéticamente podrían ser soluciones para salvar el planeta.

En el estudio, publicado en ‘Fronteras en Sistemas alimentarios sostenibles’, los investigadores han asegurado que, debido a las preocupaciones ambientales, de salud pública y de bienestar animal asociadas con nuestro sistema ganadero actual, “es vital desarrollar métodos de producción de alimentos más sostenibles”. De este modo, el cultivo de insectos tiene un requerimiento de agua y espacio mucho más bajo, sin embargo, como era de esperar según han afirmado los investigadores, los bichos son más difíciles de comer para los consumidores.

Las plantas, y los insectos en nuestra dieta salvarán el Planeta

Asimismo, la carne cultivada en el laboratorio podría exprimir el ahorro de agua y espacio sin comprometer el sabor. Sin embargo, cultivar células de carne de vacuno, cerdo o pollo podría requerir aún más energía y recursos que la cría de ganado. Una solución, ha explicado la autora principal del estudio, Natalie Rubio, puede encontrarse en la intersección de todas estas opciones: carne de insecto cultivada en el laboratorio, alimentada con plantas y modificada genéticamente para tener el máximo de crecimiento, nutrición y sabor.

“En comparación con las células cultivadas de mamíferos, aves y otros vertebrados, los cultivos de células de insectos requieren menos recursos y menos control ambiental que consumen mucha energía, ya que tienen menores requerimientos de glucosa y pueden prosperar en un rango más amplio de temperatura, pH, oxígeno y condiciones de osmolaridad”, ha explicado Rubio. Además, las alteraciones necesarias para la producción a gran escala también son más fáciles de lograr con las células del insecto, que actualmente se utilizan para la biomanufactura de insecticidas, medicamentos y vacunas.

En la mayoría de los sistemas de cultivo de células musculares de mamíferos, las células deben fijarse en una sola capa a una superficie de crecimiento, lo que es complejo para aumentar la producción masiva de alimentos. Sin embargo, muchas células de insectos pueden crecer libremente flotando en una suspensión de medios de crecimiento para permitir la generación de células de alta densidad y costo-efectivas.

De este modo, el cultivo de insectos tiene un requerimiento de agua y espacio mucho más bajo, sin embargo, como era de esperar según han afirmado los investigadores, los bichos son más difíciles de comer para los consumidores.

La tecnología desarrollada para estimular el movimiento de tejido de insectos para la bio-robóticatambién podría aplicarse a la producción de alimentos, ya que puede requerirse una contracción regular para que el músculo de insecto cultivado desarrolle una textura “carnosa”. Un método particularmente eficiente es la ingeniería optogenética, mediante la cual las células se contraen en respuesta a la luz al introducir un nuevo gen, otra ventaja de las células de insecto, que aceptan modificaciones genéticas más fácilmente que otras células animales.

¿Cómo sabría la carne cultivada de insectos?

Sobre el sabor que tendrán estos alimentos la autora del estudio ha explicado que todavía se desconoce. “A pesar de este inmenso potencial, la carne cultivada de insectos no está lista para el consumo“, ha señalado la autora. La investigación está en curso para dominar dos procesos clave: el control del desarrollo de células de insectos en el músculo y la grasa, y la combinación de estos en cultivos 3D con una textura similar a la carne.

Para este último, ha asegurado la autora, “las esponjas hechas de quitosano (una fibra derivada de hongos que también está presente en el exoesqueleto de invertebrados), son una opción prometedora”. Además, los avances en el cultivo de células de insectos y la ingeniería de tejidos “pueden traducirse potencialmente en langosta, cangrejo y camarón, debido a la proximidad evolutiva de los insectos y crustáceos”, ha concluido Natalie Rubio.

Fuente: www.ecoticias.com