La enorme importancia de hidratarse

Por: Ecoticias

Si vas a tu ordenador, abres tu buscador y tecleas “cuánto se puede vivir”, la primera respuesta sugerida acompañará esa frase de un “sin agua”. La preocupación por el agua es habitual, ya que es básica para la supervivencia de los seres humanos aunque la gran mayoría del mundo no repara en su importancia precisamente por tenerla asegurada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) especifica que el 71 por ciento de la población mundial, unos 5,200 millones de personas, utilizaba un servicio de suministro de agua potable gestionado de forma segura en 2015.

Sin embargo, también según el organismo, 844 millones de personas carecen de un servicio de agua potable, una cifra que incluye a 159 millones de personas que dependen de aguas superficiales. La respuesta a cuánto tiempo se puede vivir sin agua es, en el caso de una persona normal, de tres a cinco días, y la especialista del Servicio de Nutrición y Endocrinología del Hospital Universitario Infanta Elena (Valdemoro), la doctora Teresa Montoya, recuerda en una entrevista con Infosalus que el cuerpo humano está formado por agua en un 60 por ciento. Se entiende, pues, que la hidratación es básica para el buen funcionamiento del mismo.

La enorme importancia de hidratarse

El agua que compone el cuerpo está distribuida por partes. “El agua está presente en todas nuestras células que conforman nuestros órganos: supone el 90 por ciento de la masa cerebral, el 80 por ciento de la masa muscular y el 25 por ciento de la masa ósea”, explica la doctora Montoya. También es importante mantener un nivel adecuado de agua en el cuerpo porque “distribuye nutrientes, elimina toxinas y regula la temperatura corporal”, continúa la experta.

Sin embargo, una persona pierde agua constantemente, lo que convierte a la hidratación en una balanza que debe estar siempre equilibrada. “Eliminamos agua con la orina, las heces, la sudoración o la respiración”, indica la doctora Montoya. Esta circunstancia hace calcular que las necesidades diarias de líquidos, “en una persona sana, sin cardiopatía”, puntualiza la experta, son de aproximadamente dos litros. No tiene por qué ser siempre agua. “Contabilizamos en ellos las bebidas, líquidos, infusiones, purés, frutas…”, agrega la especialista.

Por otra parte, también se elimina agua con el sudor, y el sudor suele producirse al hacer ejercicio físico. Aunque “existe una variación individual en la sudoración”, reconoce la doctora Montoya, “durante el ejercicio físico se recomienda aumentar el aporte de líquidos, también antes y después”. Así se equilibra la balanza entre ganado y perdido.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) especifica que el 71 por ciento de la población mundial, unos 5,200 millones de personas, utilizaba un servicio de suministro de agua potable gestionado de forma segura en 2015.

Cuando la balanza se descompensa

La descompensación entre agua que entra y que sale se denomina deshidratación y, en casos agudos, puede tener un desenlace fatal. La OMS la define como “el estado resultante de una pérdida excesiva de agua del organismo” y suele tener su razón en una ingesta de líquidos insuficiente a lo largo del día. “Puede aparecer por causas no patológicas, por ejemplo, una excesiva sudoración por actividad física o por el calor, o bien por causas patológicas, como un cuadro de gastroenteritis”, apunta la doctora Montoya.

Mención aparte merece sufrir diarrea, que también es una fuente de deshidratación, sobre todo el niños. Ingerir agua y alimentos contaminados, además de la falta de higiene provoca enfermedad diarreica. Cada año se producen 2,000 millones de casos de enfermedad diarreica en todo el mundo y aproximadamente un millón y medio de niños mueren por esta causa, agrega el organismo.

La deshidratación leve o moderada, según la OMS, se caracteriza por sed, inquietud o irritabilidad, ojos anormales o ligeramente hundidos y, en los lactantes, depresión de la fontanela. Por su parte, la deshidratación grave comporta letargo o pérdida del conocimiento, escasa ingestión de líquido o incapacidad de beber, ausencia de diuresis, extremidades frías y húmedas, tensión arterial baja o indetectable y pulso rápido y débil. Según la doctora Montoya, que también menciona mareo y cansancio, especifica que también pueden observarse “contracturas, calambres y, en situaciones extremas, convulsiones y coma”.

Deshidratación ante una ola de calor

Ante una ola de calor y ante la falta de hidratación el riesgo más grave es el golpe de calor, pero existen otras situaciones de agotamiento por calor y aparición de calambres que requieren también de cuidados de rehidratación.

Asimismo, aconsejan beber con frecuencia bastante agua, zumos de frutas, refrescos o bebidas isotónicas (al menos 2 litros diarios) aunque no sienta sed; no abusar de bebidas con alcohol, con mucha cafeína o muy azucaradas, pues pueden hacerle perder más líquido corporal. Y, sobre todo, se debe beber y hacer beber líquidos con frecuencia a las personas a su cuidado (niños, ancianos, enfermos crónicos, discapacitados, etc.) para conseguir una buena hidratación.

Fuente: www.ecoticias.com

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