Un pantano escondía este árbol milenario de 2,600 años de edad

El ejemplar de ciprés calvo forma parte de una colonia de árboles de humedal que se cuenta entre las más longevas del mundo.

Por: Ecoosfera

La región del Río Negro en Carolina del Norte, Estados Unidos, es hogar de un ecosistema asombroso, en el cual se encuentran algunos de los árboles más antiguos de América del Norte. 

Recientemente, David Stahle, profesor de ciencias de la tierra en la Universidad de Arkansas, documentó uno de estos ejemplares de ciprés calvo (Taxodium distichum) de aproximadamente 2,624 años de edad. Stahle afirma que podría haber otros ejemplares de edad similar o incluso mayor. Sus resultados fueron publicados en el último número de la revista Environmental Research Communications.

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Río Negro, ciprés calvo

La zona del Río Negro ha sido una vía de transporte pluvial desde antes de la llegada de los colonizadores ingleses; las naciones indígenas que habitaban el territorio ya utilizaban el río como fuente de alimento y transporte.

Pero en los últimos siglos la deforestación, la urbanización y el aumento de las actividades ecoturísticas en la zona han colocado en una situación riesgosa a los cipreses calvos. Es por ello que los investigadores buscan crear conciencia sobre la fragilidad de este ecosistema, que podría aportar datos futuros sobre la información paleoclimática de la zona, esto es, del comportamiento del clima a lo largo del tiempo.

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Árboles ancestrales

El profesor Stahle se valió de técnicas avanzadas de dendrocronología (el estudio de la edad de los árboles) utilizando datación de radiocarbono para determinar la edad de muchos árboles del Río Negro. Stahle ha estudiado los árboles de la zona desde 1985, pero sólo recientemente se fijó en la asombrosa edad de estos pobladores. El investigador solamente ha datado 110 árboles de entre miles, por lo que no descarta que algunos ejemplares superen los 3,000 años de edad.

En particular, el árbol de 2,624 años sería el quinto árbol más antiguo del mundo, según el ranking actual. Existen organismos vegetales como Pando, nativo de Utah, formado por colonias de álamos que están unidas bajo tierra por una red de raíces de más de 80,000 años de edad.

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Los investigadores no descartan que existan ejemplares que sobrepasen los 3,000 años de edad

Sin embargo, entre los árboles individuales, el del Río Negro asombra por su capacidad de adaptarse al medio húmedo y es un mudo testigo que observa nuestra modernidad desde sus raíces acuáticas de 26 siglos, sumergidas en las aguas. 

Este descubrimiento llevó a que un terreno de casi 7 hectáreas fuera adquirido por un patronato de conservación ecológica para ayudar a proteger y conservar el ecosistema de la zona.

Fuente: www.ecoosfera.com

Lo mejor que una ciudad puede hacer aquí y ahora por su futuro: plantar árboles

Detrás de plantar una semilla, hay mucha más radicalidad de lo que creemos.

Por: Ecoosfera

Las ciudades son una suerte de antítesis de la naturaleza, pero eso no necesariamente tiene que ser así. Muchos hábitats urbanos están demostrando que es posible reconciliar a la ciudad con la naturaleza. Un ejemplo inspirador se encuentra en Copenhague, donde se ha cultivado una conciencia verde que ha transformado los hábitos de quienes habitan esta ciudad nórdica, y con ello todo su entorno.

Uno de los tantos cambios que se han operado en Copenhague fue el de hacer obligatorias las azoteas verdes. Esto asegura el aprovechamiento de un espacio que normalmente es desperdiciado, para generar aire más limpio. Pero no sólo esto: está comprobado que los espacios verdes generan felicidad y reducen el estrés. Por eso, esta ciudad también se propuso plantar 100,000 nuevos árboles para 2020, como reportó la BBC en 2015,

Plantar árboles debe convertirse en una política pública de toda ciudad comprometida con sus habitantes y con el medioambiente.

Medidas como las anteriores no son en absoluto descabelladas. Al contrario, porque no requieren grandes inversiones y tienen decenas de beneficios, tanto a corto como a largo plazo.

Y es que no podemos olvidar que en hacer nuestras ciudades más verdes y sustentables nos estamos jugando también el futuro. No sólo porque los árboles ayudan a absorber decenas de kilos de CO2, ni porque por cada 10% de incremento en densidad arbórea se reduce entre 3 y 7% de ozono, según Smart Cities Dive –lo que nos provee de aire más limpio–. Y ni siquiera porque una mayor cantidad de árboles y plantas nativas puede salvar a los insectos polinizadores de la extinción.

Sumado a todo ello, lo más importante de plantar árboles en una ciudad radica, en realidad, en que así podemos cerrar la brecha entre nosotros y la naturaleza.

Es una cuestión casi filosófica que involucra el modelado de la conciencia colectiva, tanto para vivir mejor en el aquí y el ahora como para planear el futuro que queremos. Plantar más árboles, tener una ciudad más verde, es sólo el primer paso hacia sociedades más sustentables y resilientes, cuyos habitantes entenderán la radicalidad que hay detrás del simple acto de plantar una semilla. Porque si no empezamos por ahí, quizá nos quedaremos dando vueltas en círculos en lo que concierne a las políticas medioambientales, que por sí solas no pueden hacer el cambio. Un verdadero cambio requiere de una sinergia colectiva que el acto de plantar árboles puede empezar a operar.

Fuente: www.ecoosfera.com